"Los niños y las niñas, siempre felices están"

El Porfiriato - Vida Cotidiana

Alejandro Rosas

Hasta antes de la llegada de don Porfirio al poder, la Alameda Central era un paseo exclusivo para lo más selecto de la sociedad mexicana, incluso se cobraba la entrada. En 1881 las autoridades de la ciudad construyeron una rotonda iluminada con focos eléctricos y con sillería para dar cabida hasta 3 mil personas sentadas y otro tanto de pie, y se ofrecían conciertos los domingos. Esto propició que la Alameda se convirtiera en un paseo típico de la clase media y el más concurrido durante todo el porfiriato.

            Durante el segundo periodo presidencial de Porfirio Díaz (1884-1888) se mandó colocar en la Alameda (donde hoy se levanta el Hemiciclo a Juárez) el Pabellón Morisco construido para la Exposición Universal de 1884. En poco tiempo se convirtió en el centro de reunión de los niños, pues en su interior se realizaban bailes infantiles.

          La Alameda era un lugar para la música y el entretenimiento infantil. Vendedores de juguetes, helados, refrescos y dulces estaban a disposición de los niños. Hacia 1892 se estableció en la Alameda una feria fija, con su carrusel, una rueda de la fortuna conocida como “rueda siglo XX” y en el costado norte se montó la primera montaña rusa conocida en México. Para su diversión los niños también subían a los carros tirados por borregos y chivos, o si eran muy valientes podían montar mulas o ponis para pasear por el interior del parque. Para todos los espectáculos había disponibles sillas plegadizas que se rentaban a diez centavos por tiempo indefinido.

          El 1 de noviembre de 1895 fue inaugurada una pista de patinaje sobre ruedas en la Alameda. No era la primera que se conocía en México, desde 1877 se practicaba el patinaje en el Tívoli del Eliseo, así que casi 20 años después ya se encontraba entre el gusto del público. Para cuidar las buenas costumbres, las mujeres y niñas sólo podían patinar, de martes a viernes en un horario que iba de las 10 de la mañana a la 1 de la tarde. El turno de los varones comenzaba a las 4 de la tarde y se extendía hasta la noche.

          Otra pista de patinaje que también se ganó el gusto del público se ubicaba en el llamado Parque Luna, donde hoy se encuentra el edificio de la Secretaría de Salud junto a Chapultepec.

          El circo también fue una de las diversiones que más disfrutaba el público infantil. El Circo Orrín llegó a la ciudad de México en 1879 para establecerse en la Plaza del Seminario. Su temporada en la capital abarcaba los primeros cinco meses del año y luego salía a presentar su espectáculo en distintas plazas de la República. Había funciones por la mañana y por la noche, y el éxito fue inmediato pues sus números artísticos sorprendían tanto a niños como a adultos.

          Según refiere Moisés González Navarro, en aquella época se hicieron famosos la señorita Dodona que montaba cuatro caballos a pelo; los patinadores Austin; la mujer mosca —trapecista de 13 años de edad—; los gimnastas Livingston; la señora Yanamoto que subía escaleras cuyos peldaños tenían hojas afiladas, el niño acróbata, de nombre Nicolás, que contaba con tres años de edad, y la niña Sansón, entre otros.

          El Circo Orrín cambió de domicilio con el paso del tiempo, del Seminario se trasladó a la Plaza de Santo Domingo, donde estuvo desde el 1 de diciembre de 1886, hasta que comenzaron los trabajos para construir el Jardín Corregidora, y en 1891 se estableció en la Plaza Villamil, en la cual fue levantada una arena con capacidad para 2,500 personas.

          Cuando el Circo Orrín inició sus funciones en México, el payaso Ricardo Bell ya gozaba del reconocimiento de la sociedad. Había llegado a México en 1869 y con sus hermanos trabajó en el circo Chiarini durante varios años, primero como acróbata ecuestre, luego como payaso.