La Guadalupana: historia de una devoción

Aires libertarios - Vida Cotidiana

Hacia 1810, la imagen de la Virgen de Guadalupe era la más venerada de toda la Nueva España y la mayoría de sus habitantes eran fervorosamente guadalupanos. Desde 1531, la historia que refería la aparición de la madre de Dios en el cerro donde los aztecas veneraban a la diosa Tonantzin  -""nuestra madrecita""- no tenía lugar a dudas; era aceptada y respetada por todos los estratos sociales.

No era un azar que la Virgen se hubiera mostrado ante un humilde indio, como fue Juan Diego; era una señal divina que hacía del virreinato de la Nueva España un pueblo ""elegido"". A mediados del siglo xviii, el jesuita Juan Antonio de Oviedo sostenía que la aparición de la Virgen, por sí misma, había dejado una prueba irrefutable de su milagroso poder: ""Con haber santificado con el sagrado contacto de sus pies la Santísima Virgen aquel cerro, se acabó del todo la adoración de aquel ídolo diabólico [la diosa Tonantzin], y de todos los contornos de México se ha desterrado la idolatría.""

Existían pruebas suficientes para demostrar que Dios había enviado a su madre a conquistar la fe de la América Septentrional. ""En más de doscientos años... no se ha visto jamás en ella endemoniado alguno, de cuyo cuerpo tenga el demonio posesión: trabajo que se padece muy ordinario en todo el resto del mundo."" Su fama se conocía allende el mar. La tradición refería el caso de un europeo que, sintiéndose poseído por un espíritu maligno, había aliviado el mal de su alma al pisar tierras novohispanas. Otra historia aseguraba que el manto de la Guadalupana era tan poderoso como para librar a la Nueva España de la peste que asolaba con frecuencia a Europa, y si bien otras epidemias habían diezmado a la población en América, nunca fueron tan graves como los cientos de miles de vidas que la peste cobró en el viejo continente.

La imagen de la Virgen morena se ganó rápidamente el corazón de la mayoría de los novohispanos, sobre todo de aquéllos que ya habían nacido en territorio americano o cuyos antepasados tenían siglos de habitar en él. La devoción se desarrolló de manera natural y fue en aumento desde 1531, pero no fue sino hasta el 27 de abril de 1737 -probablemente por razones políticas- cuando se le declaró patrona de la ciudad de México. Diez años más tarde ya lo era de toda la Nueva España.

Desde su aparición, en 1531, la historia de la Virgen de Guadalupe giró básicamente alrededor de su festividad, milagros y procesiones. Pero en 1794 se agregó a sus páginas un pasaje curioso, que en su momento escandalizó a la jerarquía eclesiástica y a más de un devoto. Fray Servando Teresa de Mier, en el sermón guadalupano correspondiente a ese año, expuso su visión de la aparición de la Virgen -que no era otra que la sostenida por el nacionalismo criollo de la segunda mitad del siglo xviii.

Fray Servando no negaba el milagro guadalupano, pero lo situaba siglos antes de 1531, en las primeras décadas de la era cristiana. Su premisa inicial sostenía que la ""imagen de Nuestra Señora de Guadalupe"" no estaba pintada en la tilma o ayate de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás apóstol, que llevando la palabra de Dios hasta los confines del mundo había llegado al continente americano. Hacia el año 44 de nuestra era, los indios veneraban la imagen en el cerro de Tenayuca, en donde Santo Tomás la había colocado, pero varios infieles renegaron de la fe cristiana y atentaron contra la imagen guadalupana. Para protegerla, el apóstol la escondió y diez años después de la conquista la Virgen se apareció frente a Juan Diego, le mostró la capa de Santo Tomás y le ordenó que la llevara ante fray Juan de Zumárraga. El resto de la historia era conocida por todos.

A la jerarquía eclesiástica, presente en el evento, le pareció una historia absurda, propia de un enemigo de la religión y de la Virgen; razones demás para desterrarlo de la Nueva España. Sin embargo, su trasfondo era claramente político: si la conquista y la dominación españolas se habían justificado en nombre de la evangelización, al aceptarse la explicación de fray Servando, de que tiempo antes de la llegada de los conquistadores los indios ya conocían el cristianismo, la conquista quedaba sin legitimación moral, legal y espiritual

El famoso sermón era una indicación de lo que sucedía en los últimos años del siglo xviii en la capital de la Nueva España. Los criollos, que por generaciones habían nacido en este territorio, comenzaban a reivindicar elementos que podían constituir la patria mexicana criolla: territorio común, historia compartida desde 1521, cultura y religión. Por sobre todos estos elementos se levantaba la devoción por la Virgen de Guadalupe, aparecida en tierras mexicanas y a los propios mexicanos -""con ninguna otra nación hizo nada igual"". A partir de entonces, y sólo por algunos años, a los ojos de los criollos que iniciarían la independencia, la Guadalupana sería la Virgen de los nacidos en el territorio de la Nueva España y, por tanto, bandera de los insurgentes. Era la reivindicación de una patria por nacer.