Infomerciales de antaño

Datos Curiosos

Por Alejandro Rosas

Los infomerciales con sus remedios milagrosos, no son una moda del nuevo siglo XXI: se han transformado y adaptado a la evolución de los propios medios de comunicación. La novedad ahora es que un mensaje que antes podía ser leído en 15 segundos en los periódicos y revistas, o bien, podía ser presentado por algún famoso conductor en los albores de la televisión, hoy merece una larga explicación televisiva, con innumerables pruebas que demuestran la supuesta eficacia del producto.

La sociedad mexicana ha sido proclive a entregarse con fe ciega a las fórmulas milagrosas del consumismo desde tiempos de don Porfirio, en que se anunciaban remedios mágicos contra la calvicie, para no envejecer, para encontrar pareja, para purificar la sangre, para lo males de las mujeres, para bajar de peso, para amamantar como las grandes, y así, un sinnúmero de anuncios. 

“Ya no habrá viejos”, anunciaba El Correo de la Tarde al despuntar el esperado año de 1900. Bajo el título de “Osadías científicas. Especial para los viejos”, el doctor Arcos presentó a la opinión pública una noticia proveniente de Londres, tan promisoria como podía llegar a ser el siglo XX. 

“Tres semanas de tratamiento son suficientes –señalaba el artículo- para que se observe un notable aumento de energía. El anciano se interesa nuevamente por los asuntos generales de la vida, se presenta más erguido, se mueve con más agilidad, adquiere una digestión fácil y un sueño más saludable. Ya  no tiene miedo a la muerte, no es pusilánime ni desgraciado”.

Mediante el método del doctor Julio Althaus –padre del novedoso descubrimiento- se retardaba la vejez dando nuevo vigor y energía al organismo y al mismo tiempo curaba los “efectos del exceso de trabajo, especialmente los producidos por exceso de estudio, mejorando las facultades físicas y mentales”.

Como un  buen augurio, la legendaria fuente de la eterna juventud se cristalizaba ante los ojos de la modernidad de entonces. ¡Qué no hubieran dado los viejos conquistadores que murieron con la esperanza de mantener perenne la fortaleza de su juventud!

El año de 1900 parecía otorgar la humanidad la posibilidad de evitar el terrible enemigo de los años, de transitar hacia el ocaso de la vida, de beber el amargo cáliz que para muchos significaba la vejez. El tratamiento era sencillo. El aspirante a joven debía someterse durante veintiún días a la “aplicación constante y prudente de la corriente eléctrica sobre la base del cráneo y muy particularmente en el bulbo raquídeo” con lo cual las células del cerebro y las arterias jamás envejecerían. 

Poco tiempo después de tan fascinante noticia, se anunció la muerte del doctor Althaus. El diagnóstico de su deceso hablaba por sí mismo: había muerto de viejo.