Ikram Antaki, la mujer que llegó al fin del mundo

Literatura - Personajes

Ikram Antaki Akel nació el 9 de julio de 1948 en la ciudad de Damasco, en Siria, y falleció, hace 16 años, el 31 de octubre del 2000 en México, lugar que ella consideraba el fin del mundo.

“Tomé un atlas y un compás, puse la punta del compás en Damasco, porque el centro del mundo es donde uno está; lo abrí por un lado salió Japón (era el punto más lejano al este) y lo abrí por otro lado salió México (pero tuve que abrir como dos centímetros más, es decir que en línea recta, el punto más lejano de Damasco, sobre el mapa, es México. Es el fin del mundo en línea recta.”

                  Antes de llegar a México ya  había estudiado la maestría y el doctorado en Francia. Ikram no hablaba español, ni había leído nunca nada sobre México, no conocía a nadie. Llegó  el 14 de diciembre de 1975 y empezó a conocer la ciudad dando largos paseos en autobús.

                  Decidió quedarse en México  porque al año de su llegada tuvo un hijo “y uno no se pasea por el mundo con un hijo”, afirmó.  “Con el hijo aprendí el temor. Yo no conocía el temor. Ni siquiera recuerdo que durante la guerra del ’73, que pasé en el frente en el Golán. No recuerdo haber sentido el temor”.

                  En nuestro país, esta mujer apasionada y polémica, escribió la mayor parte de su obra:

29 libros en español, francés y árabe, entre los que destacan El pueblo que no quería crecer, El espíritu de Córdoba y A la vuelta del milenio.

“Llevo años hablando y escribiendo para tratar de enseñar la complejidad del mundo. He luchado contra la simplonería del todo o todo mal; el todo blanco o todo negro. No he dicho ‘la humanidad somos malos todos’, porque es una frase imbécil y yo no lo soy. He dicho que no somos perfectibles como género, aunque sí somos mejorables como individuos; y he dicho que el desarrollo científico y tecnológico no tiene su paralelo a nivel moral. “

                  Es recordada por su serie radiofónica "El banquete de Platón" y por sus colaboraciones televisivas en los canales de 11 y 13,  en donde profundizaba en temas históricos,  culturales, políticos, éticos  y filosóficos.

“Con el tiempo no llegué a la fe; supongo que tengo una incapacidad ontológica para creer y mientras más pienso y envejezco menos me parece posible dimitir del pensamiento en favor de la fe. Tampoco tengo envidia de los creyentes. Sé que resuelven muchos problemas. Sé que de tener fe hubiera resuelto muchos de los míos, pero ahí estoy. Cargo con mis angustias y mis dudas y probablemente seguiré así hasta el final.”

                  Recibió reconocimientos como el premio Magda Donato en 1989 y Premio Juchimán de Plata en 1991. Antes de su muerte publicó El Manual del ciudadano contemporáneo.