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Con el asesinato de Madero, México rompió el espejo de su historia y la maldición cayó sobre la república. Siete años de mala suerte -materializada en la revolución- asolaron al país. Guerra, muerte y hambre dejaron un millón de víctimas y una profunda herida social que tardaría en cicatrizar. Al iniciarse 1920 el país era otro. Intentaba dejar atrás, en forma definitiva, la violencia revolucionaria que llegaría a su fin -al menos por algún tiempo- luego del asesinato del presidente Carranza en el mes de mayo.
1920 fue un año significativo en la historia póstuma de Francisco I. Madero. El cuatro de enero, varias personas ""devotas de su memoria"" se reunieron en el cine Lux -más que un nombre una señal- para constituir la agrupación Pro-Madero, la cual se encargó de organizar, a lo largo de todo el país, las ceremonias conmemorativas del aniversario luctuoso de Madero y Pino Suárez.
En un acto sin precedentes, treinta y cinco poblaciones de la república, incluyendo Parras y San Pedro de las Colonias en Coahuila -bastiones naturales del maderismo- participaron en los actos en memoria de los mártires. El homenaje alcanzó la apoteosis con la exhumación de los restos de Pino Suárez del panteón español y su re inhumación junto al sepulcro de Madero en el panteón Francés de la Piedad.
Desde 1913 la tumba de don Francisco no se veía tan llena de vida. El día 22 de febrero la gente se reunió nuevamente en torno a su memoria. Viejos maderistas que años antes no pudieron despedir a don Panchito debido a la represión huertista liberaron los recuerdos frente a la tumba de su amigo. Durante horas se escucharon discursos, oraciones fúnebres y poemas cívicos. Cientos de flores volvieron a poblar el sepulcro. No parecía una conmemoración luctuosa, era un día de fiesta nacional.
Dicen que los muertos descansan en paz -escribió uno de los asistentes-, pero tú, Francisco I. Madero, ni en la tumba encontrarás la tranquilidad, porque en torno tuyo, como espíritu batallador, vehementes se agitan las pasiones. Las de tus enemigos, porque en sus espíritus atrasados se anida el Odio. Las de tus amigos, porque no todos te comprendieron. Las de los ingratos, porque te olvidan. Las de los menguados, porque te envidian y las de tus discípulos, porque te amamos.
Semanas después del homenaje luctuoso, la Agrupación Pro-Madero publicó un curioso libro: Reseña de las ceremonias conmemorativas que tuvieron lugar en la república el día 22 de febrero de 1920. En él fueron reproducidas notas de diversos periódicos que se encargaron de cubrir los eventos en todo el país; datos biográficos de las víctimas del huertismo -Madero, Pino Suárez, Gustavo Madero, Serapio Rendón- y los discursos y las oraciones pronunciados durante la jornada cívica.
Dentro del libro se publicaron además, una serie de documentos que no eran del todo afines con el resto del contenido: un fragmento del Manual Espírita escrito por Madero y publicado en 1911; dos notas de los periódicos El Siglo Espírita y Helios, y sus memorias inéditas. Los novedosos documentos otorgaron un sentido diferente a la obra: mostraban con transparencia rasgos fundamentales en la biografía de Madero al hablar con claridad y sin cortapisas de la mayor devoción de su vida: el espiritismo.
Para nadie resultaba desconocido que Madero había sido fiel seguidor de la doctrina espírita. Buena parte de los ataques que la prensa dirigió contra su persona durante su administración (1911-1913) se enfocaron hacia el espiritismo. Sin embargo, la publicación en 1920 de sus memorias inéditas, mostraron por vez primera, la génesis de su profesión de fe, lo que llegó a significar y la forma como determinó su vida. Era una historia que comenzaba en 1891 y se extendió más allá de su muerte.