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“El paso del tiempo se estaciona en las arrugas de los viejos. Ahí quedan sus moléculas malignas, su casta demoniaca, su manecilla atroz, su impronta intransigente y destructora”, Luis Herrera de la Fuente sabía del paso del tiempo. Caminó por este mundo durante 98 años, en los que le dio tiempo para convertirse en organista, pianista, violinista, cantante, paleógrafo musical, compositor y director de orquesta; es considerado uno de los hombres más importantes de la cultura en nuestro país.
Nació el 25 de abril de 1916, en la Ciudad de México. Estudió música desde niño y aunque afirmaba haberse especializado en “no terminar estudios oficiales en ninguna parte”, no tener título no le impidió dirigir orquestas magistralmente y de memoria. Estuvo al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional durante 18 años, de 1954 a 1972 y luego volvió en distintos periodos; también dirigió la Orquesta Sinfónica de Xalapa, la Orquesta Sinfónica de Minería y la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, entre otras que dirigió y fundó.
La vida también le alcanzó para escribir. Fue autor de una autobiografía -La música no viaja sola-, diversos ensayos y artículos, crónicas para el periódico Novedades, y del libro Notas falsas, en el que se le descubre, además, como humorista y aforista.
“Amiga música, en qué insignificancias te mezclas”, advirtió. Y en el primer centenario de su nacimiento lo recordamos con algunos de sus aforismos y pensamientos: