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Por Alejandro Rosas
La época de oro del cine
El espectáculo en vivo tenía bien ganado su lugar bien entre el público, pero el cine, indudablemente le había restado espectadores y se consolidaba como uno de los espectáculos favoritos de la sociedad. Hacia 1930, las salas cinematográficas ya competían en número con los foros teatrales e incluso muchos teatros cambiaron sus escenarios por grandes pantallas. Las temporadas de teatro de 320 días al año –como se programaban a mediados del siglo XIX-, ya eran cosa del pasado, no volvería a ser igual.
Desde 1896, el cinematógrafo estaba presente en la vida cotidiana y la gente pudo ver, en la comodidad de una butaca, la historia de México reciente con las vistas que filmaron Salvador Toscano, los hermanos Alva o Jesús H. Abitia. Para el público resultaba atractivo ver a los principales jefes de la revolución, escenas de los combates, las entradas triunfales de los ejércitos. En los primeros tiempos no faltaron veces en que la gente salió despavorida, creyendo que el ferrocarril que se proyectaba en la pantalla arrollaría a la gente reunida en la sala. Durante las dos primeras décadas del siglo XX, el cine silente se ganó su lugar entre el gusto popular.
En 1927, la incorporación del sonido al cine con la película The Jazz Singer, revolucionó a la industria cinematográfica en todo el mundo. Un año antes, en el Cine Imperial de la ciudad de México, que durante varios años fue el teatro Colón, se presentó el invento conocido como Phonofilm que mostraba una serie de cortometrajes sonorizados, sin embargo, no eran películas formales, sino continuaban guardando el viejo formato de las vistas, pequeños cortos sin ningún guión en particular.
La primera cinta sonora mexicana fue una nueva versión de Santa basada en la novela de Federico Gamboa, con la actuación de Lupita Tovar. Fue filmada en 1931 y estrenada al año siguiente. La llegada del sonido y la incorporación de muchos artistas que se habían formado dentro del teatro en los años anteriores y a quienes nos les era desconocido el cine, significaron un impulso definitivo para el séptimo arte en México que se tradujo en la época de oro del cine mexicano.
De inmediato comenzaron los éxitos El prisionero 13 (1933), El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935) de Fernando de Fuentes; La mujer del puerto (1933) con Andrea Palma de Arcady Boytler y Raphael J. Sevilla; Janitzio (1934) de Carlos Navarro y Redes (1934) de Fred Zinneman. 1936 marcó el inicio de la internacionalización del cine mexicano con el estreno de la película Allá en el Rancho Grande de Fernando de Fuentes.
La época dorada del cine mexicano coincidió con los años de la segunda guerra mundial extendiéndose hasta la década de 1950. Si el teatro de revista y la carpa habían hecho suyos el ámbito político-urbano para llevarlos al escenario, el cine explotó el ámbito rural a través de la comedia ranchera –tema que le dio mayor fama-, además de llevar a la pantalla, obras literarias, comedias, historias policiacas, melodramas familiares, historias de rumberas y centros nocturnos.
El auge del cine mexicano permitió que grandes directores se consolidaran en el séptimo arte como Emilio “el indio” Fernández, Julio Bracho, Roberto Gavaldón e Ismael Rodríguez. Además, fue el tiempo en que las grandes estrellas aparecían en la gran pantalla cinematográfica, pero el público también tenía la oportunidad de admirarlos en vivo, conseguir quizás alguna fotografía o un autógrafo, en las funciones de teatro donde seguían presentándose invariablemente.
Uno de los foros más frecuentados por la gente a partir de la década de 1940, fue el Teatro-cine Colonial, localizado en la actual calle de Fray Servando. Inició su construcción en 1937 y fue inaugurado en 1940, tenía una capacidad para casi 6 mil espectadores. Por las tarimas del teatro Colonial pasaron personajes del espectáculo de la talla de María Félix, Mario Moreno "Cantinflas", Pedro Armendáriz, Andrea Palma, Jorge Negrete, Sara García, Fernando, Andrés, Domingo y Mercedes Soler, Joaquín Pardavé, Arturo de Córdova, Dolores del Río, Gloria Marín, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Abel Salazar, Luis Aguilar, Emilio Tuero, David Silva, Lilia Prado, Dolores del Río, Roberto Cobo, Silvia Pinal, Carlos López Moctezuma, Sara García, José Elías Moreno, Katy Jurado, Libertad Lamarque, Blanca Estela Pavón, Prudencia Griffel, Anita Blanch, Arturo de Córdova, Evita Muñoz “Chachita”.
El público que llenaba sus butacas podía ver la película de moda, y en los mismos días apaludir en vivo a sus artistas favoritos. El cine y el teatro se complementaban, los artistas que adquirían fama y tablas en el escenario rápidamente ingresaban a las filas del cine; salvo contadas excepciones, la formación teatral era el paso obligado para llegar a los sets cinematográficos.
Otros cines del momento fueron el Alameda, el Academia Metropolitana que destacaba por su lujo e higiene; la Arcada en la calle de Independencia; la sala Allende; el Trianon Palace, entre otros. A sabiendas de que el cine les daría ganancias, pero con la intención de que éstas se incrementaran, los empresarios de los cinemas, presentaban números de variedades entre una y otra función de cine.