Del México Antiguo a la conquista
El siglo de la conquista
El México Virreinal
La Nueva España
Aires Libertarios
El México Independiente
La época de la anarquía
La era liberal
El Porfiriato
El México Contemporáneo
La revolución
La reconstrucción
La estabilidad
La época de las crisis
La transición democrática
La reconstrucción - Vida Cotidiana
Clic en la imagen para ver la galería
La casa estilo chalet, se levantaba entre el bosque. Era la construcción principal del rancho La Hormiga, ubicado a un costado del célebre Molino del Rey y muy cerca del pueblo de Tacubaya. Don José Pablo Martínez del Río (1809-1882), médico, empresario y, por momentos político, adquirió el terreno a mediados del siglo XIX, cuando Chapultepec se encontraba en las ""afueras"" de la ciudad de México, por entonces todavía no se divisaba, siquiera, el primer trazo de lo que sería con los años, el Paseo de la Reforma y el único acceso al majestuoso bosque era a través de la actual avenida Chapultepec.
La Hormiga padeció muy de cerca los avatares de la política nacional, cuando el reloj de la historia marcaba la hora de la guerra de Reforma, la intervención francesa y el imperio de Maximiliano (1857-1867). Su dueño, don Pablo, dejó la cátedra de obstetricia en la Escuela de Medicina para sumarse a los mexicanos que viajaron a Trieste, al célebre castillo de Miramar, a ofrecer la corona a Maximiliano de Habsburgo. Una vez establecido el imperio, el archiduque nombró a don Pablo, enviado extraordinario en las Cortes de Grecia y Turquía.
Con el triunfo de la República en 1867, la familia Martínez del Río sufrió la incautación de todas sus propiedades, sin embargo, gracias a la intervención de algunos diplomáticos estadounidenses, don Pablo pudo regresar a México sin peligro de ser acusado de traición y, por si fuera poco, logró recuperar el rancho La Hormiga.
Don Pablo falleció durante el gobierno del general Manuel González (1880-1884), pero su familia aprovechó los aires modernizadores, la paz y el progreso, instaurados por don Porfirio al regresar a la presidencia en 1884 -misma que no dejó hasta 1911- para hacer de su propiedad una de las residencias más hermosos del porfiriato.
La casa grande fue construida en los últimos años del siglo XIX. Su estilo afrancesado, con techos de dos aguas y los hermosos jardines, eran parte de la moda en boga que vestía a la ciudad de México al doblar el siglo. Sin embargo, seguía siendo una casa de campo, un lugar para retirarse a descansar o pasar el verano en medio de la naturaleza. La mansión de los Martínez del Río contaba con todos los servicios, incluso era de las muy contadas propiedades, fuera de la ciudad de México que, en 1891, tenía dos números telefónicos: el 1055 y el 1018, adquiridos a través de la Compañía Telefónica Mexicana.
La propiedad estaba conformada por la casa grande, la casa chica que estaba pegada a la capilla y era la construcción más antigua; las caballerizas y las rancherías donde vivían los trabajadores del rancho. Además contaba con la cochera, el estanque, el jardín y la arboleda. Desde la casa grande, cotidianamente, alcanzaban a divisarse las torres de catedral.
La entrada principal -donde se levantaba la reja del rancho- se encontraba frente a una pequeña plazoleta que daba acceso a Molino del Rey y a la propiedad de los Martínez del Río. A pesar de los años y las modificaciones, se conservó, y actualmente sigue siendo el acceso principal a Los Pinos. A la pequeña glorieta se unía una avenida, por entonces, llamada calzada del Rey -y con los años, sería conocida tan sólo como Molino del Rey-, que comunicaba el rancho con el castillo de Chapultepec. Por la actual avenida Constitiuyentes circulaba el famoso tranvía de San Ángel.
La revolución mexicana tocó a las puertas de La Hormiga y marcó su destino. A diferencia de otras mansiones porfirianas, saqueadas durante las distintas ocupaciones militares de la ciudad de México -ocurridas entre 1914 y 1916-, la casa grande del rancho se mantuvo incólume hasta el triunfo definitivo del constitucionalismo. L transformación del paisaje urbano capitalino, en la segunda década del siglo XX, determinaría que la propiedad adquiriera importancia para el gobierno.
La ubicación de La Hormiga era inmejorable. Se encontraba a unos minutos del Castillo de Chapultepec, construcción utilizada eventualmente como residencia presidencial, y limitaba con la Fábrica de Cartuchos y una serie de talleres dependientes del Departamento de Establecimientos Fabriles de la Secretaría de Guerra y Marina. Por si fuera poco, el paseo de la Reforma había unido de manera definitiva el bosque de Chapultepec y sus alrededores con el resto de la ciudad de México. Incluso se podía acceder al castillo en automóvil.
Todas estas consideraciones fueron tomadas en cuenta por el presidente Venustiano Carranza y su ministro de Guerra y Marina, el general Álvaro Obregón, quienes determinaron expropiar ""el rancho denominado el Chivatito y las haciendas La Hormiga y el Molino del Rey"" en beneficio de la secretaría de Guerra y Marina.
Desde enero de 1917, las tres propiedades habían sido ocupadas por el ejército. Cuando los miembros de la familia Martínez del Río intentaron pasar una temporada en La Hormiga, fueron detenidos por un piquete de soldados. Desconocían lo sucedido y ante su sorpresa, enojo y quejas, sólo recibieron como respuesta un documento que les ordenaba desocupar la propiedad para finales del mes y se les autorizaba sacar todos los objetos de uso privado de la hacienda. El drama no terminó ahí, antes de que el gobierno la ocupara oficialmente, uno general revolucionario saqueó la casa grande llevándose los muebles franceses estilo imperio patrimonio de la familia.
La familia Martínez del Río logró interponer algunos recursos legales para impedir la expropiación, y junto con un juicio testamentario que enfrentaron los descendientes de don Pablo Martínez del Río, el problema se extendió hasta febrero de 1923, cuando el presidente Obregón autorizó la compra definitiva del predio.
En los seis años que mediaron entre la expropiación decretada por Carranza y la solución del conflicto, el gobierno utilizó la casa principal de La Hormiga, como residencia para algunos secretarios de estado. Al comenzar el cuatrienio del presidente Álvaro Obregón, su secretario de gobernación, Plutarco Elías Calles llegó a ocupar el recinto. Por entonces, se realizó la primera boda en La Hormiga: su hija Hortensia contrajo nupcias con el licenciado Torreblanca, en una ceremonia que fue, por demás, cubierta en las principales páginas de sociales de los periódicos más famosos de la época como Excélsior y El Universal.
Pero quizá el acontecimiento más importante, el que marcaría la historia del rancho La Hormiga en la década de 1920, ocurrió en octubre de 1927. Por esos días, la sucesión presidencial ocupaba todos los encabezados de los diarios. No podía ser de otra forma, luego de reformar la constitución, Álvaro Obregón buscaba reelegirse para la presidencia de la república, sin importarle que parte de la sociedad se opusiera tenazmente, al considerar que violaba el principio enarbolado por Madero en 1910.
La oposición estaba encabezada por el antiguo compañero de armas y amigo de Obregón, el general Francisco R. Serrano y por el general Arnulfo R. Gómez. Ninguno de los dos tenía posibilidad de ganar en las urnas, así que optaron por las armas. A fines de septiembre el ambiente olía a revuelta y se respiraba un golpe de estado.
El gobierno de Calles se anticipó al golpe y Serrano fue detenido en Cuernavaca. Entre el dos y tres de octubre, el movimiento de gente, de vehículos y de tropas militares que circulaban entre el castillo de Chapultpec y la casa grande del rancho La Hormiga fue inusitado. El general Joaquín Amaro, secretario de Guerra y Marina, salía una y otra vez, de La Hormiga, donde residía, para reunirse con el presidente Calles y el candidato Obregón. Los soldados se cuadraban en la plazoleta ubicada frente al acceso principal, cuando el general Amaro pasaba. Minutos después, a su regreso, repetían el saludo. Algo se estaba preparando.
Luego de varias horas deliberando, Amaro salió del castillo y volvió a La Hormiga. Conforme pasaron las horas, en el rancho comenzó a concentrarse un numeroso grupo de soldados y varios oficiales. Amaro les dio instrucciones muy precisas, Serrano y el resto de sus acompañantes, considerados conspiradores, debían ser ejecutados en el trayecto de Cuernavaca la ciudad de México. Por la mañana del 3 de octubre de 1927, el convoy militar se alejó del rancho y tomó rumbo al sur a cumplir con su misión. El ambiente en Chapultepec recuperó su legendaria tranquilidad.
La Hormiga fue ocupada por Calles y su familia entre 1920 y 1923; por el general Manuel Pérez Treviño -jefe del estado mayor de Obregón- en 1924, y por el general Joaquín Amaro, de 1925 a 1929. Amante de los caballos y del ejercicio físico, Amaro solía cabalgar por las mañanas en el inmenso bosque y mandó construir un frontón. Solía practicar el deporte hasta que en febrero de 1929 recibió un pelotazo que le vació el ojo. En los años siguientes, La Hormiga padeció cierto abandono. El castillo de Chapultepec seguía conservando la dignidad del poder y nadie pensaba que pudiera ser trasladada al rancho La Hormiga. No, al menos, hasta 1934.