Bitácora de la muerte de Obregón

La reconstrucción - Hechos

El 15 de julio de 1928, a las doce del día, el presidente electo Álvaro Obregón, llegó a la estación Colonia donde fue recibido por una gran cantidad de seguidores. Se dirigió a la multitud haciendo elogios a la clase trabajadora. ""En los próximos seis años trabajaremos perseverante y honestamente, para hacer tangibles, todas las promesas que hizo al pueblo la Revolución"". -¡Viva el general Obregón. Viva la Revolución!- fueron los gritos que se escucharon. Toral en la estación pensaba matarlo, pero se contuvo, temiendo herir a otras personas. Tendría que aguardar dos días.

Después de su arribo a la capital, el general Obregón estuvo en las oficinas del Centro Obregonista de la avenida Juárez. Pasado el medio día del 17 de julio, el general Obregón y un grupo de acompañantes abandonaron su casa de avenida Jalisco para dirigirse al restaurante la Bombilla en San Ángel a un banquete ofrecido por los diputados de Guanajuato. Durante el trayecto, Obregón hizo gala de su humor: ""Si alguien pretendiera quitarme la vida con una bomba, esta tendría que ser pequeña, pues estaremos en la bombilla"".

Pocos minutos antes de las dos de la tarde el general Álvaro Obregón llega a la Bombilla. Con amplia sonrisa saluda a los periodistas y fotógrafos: ""No por favor, no tomen fotos. Vine a comer no a que me retraten. Van a ver que buenas van a resultar las fotografías al terminar la comida"".

Al dirigirse a la mesa de honor, le comenta a uno de sus ayudantes que consiga boletos para el tren de esa noche con rumbo a Sonora. (Música de fondo: Pajarillo Barranqueño, interpretada por la orquesta de Miguel Lerdo de Tejada). Una vez sentado, Obregón revisa el menú y elige cabrito enchilado para comenzar. Después de los primeros bocados comenta con ironía.

""Los que estamos aquí sabemos comer sin música. Últimamente he ganado algunos kilos y si sigo comiendo no voy a caber en el frac durante la ceremonia de la toma de posesión y en lugar de la banda presidencial me van a tener que envolver en un sarape"".

Durante la comida un hombre de traje café claro, se encuentra frente a la mesa principal haciendo algunos dibujos de los comensales y levantando las sospechas del general Topete, quien pide a un mesero que investigue de quien se trata. -""Es un caricaturista"", le informan. (Música de fondo El limoncito: Al pasar por la ventana me tiraste un limón; el limón me dio en la cara y el zumo en el corazón).

Pasado un rato el dibujante se posa a espaldas de Obregón y pensativo le enseña su caricatura. ""Este es el último dibujo de mi vida, dentro de poco estaré muerto"", piensa, y en un instante, extrae un pistola de su cinturón y vacía su carga contra el general Obregón, quien se desvanece y cae debajo de la mesa.

José de León Toral El 17 de julio de 1928, desde temprana hora, Toral se apostó en la calle en que se encontraba la casa del general Obregón. Durante la espera fue a una farmacia y compró un cuadernillo de dibujo. Hacia el medio día, observó la llegada de varias personas. No pasó mucho tiempo para que de la casa saliera escoltado el caudillo. Se repartieron en dos autos e iniciaron la marcha. Toral tomó un taxi y exigió que siguiera a los vehículos.

El trayecto hasta San Ángel fue rápido por la avenida Insurgentes -llamada en 1900 Avenida del Centenario y desde el sexenio de Miguel Alemán (1946-1952), de los ""Insurgentes"" en homenaje al ejército formado por Hidalgo.

Desde lejos Toral vio a Obregón y a su comitiva entrar al restaurante La Bombilla, ""especialista en carne asada"". Después de un rato, se acercó a la puerta, aduciendo que tiempo antes había sido contratado para hacer caricaturas del evento. La inocencia policíaca se convirtió en el pasaporte de la muerte o en el trato de la complaciente conspiración.

En un instante Toral era parte del repertorio de invitados. Haciendo y mostrando caricaturas de los comensales, pudo llegar a la mesa principal donde se encontraba el invicto general. Toral sintió las miradas de desconfianza de los que se encontraban al lado de Obregón. Los nervios estaban a punto de traicionarlo. Pero de pronto escuchó la voz de su ""ángel tutelar"" que le decía: ""no puedes quejarte; te he puesto muy alto, pronto nos veremos"".

Toral empezó a caminar por detrás de los comensales. A cada uno de ellos fue mostrándole su retrato en caricatura. Primero a Topete, líder de los diputados a favor de Obregón, luego a Aarón Sáenz. Comenzaba a esbozar las barbas del diputado Aurelio Manrique, cuando de pronto tenía encima la persona del general Obregón. Nerviosamente, trazó los rasgos del general. De pronto, Toral cambió de mano el cuaderno de dibujo intercambiando una sonrisa comprometedora con el ya presidente electo del país. El manco, pidió ver su retrato, y la mano temblorosa de Toral arrimó sus trazos. Con sonrisa despectiva, Obregón dio su anuencia al trabajo del caricaturista. De pronto, humo y fuego. Toral sacó una pistola, disparando en cinco ocasiones contra el héroe sonorense, dejando una bala para la inmolación.

Destino incierto y justo, el arma encasquillada, reclamando espíritu por espíritu, alma por alma, vida por vida. El caudillo cayó de frente, golpeando la mesa con la frente y azotando el rostro contra la tierra revolucionaria. La nebulosidad del acontecimiento, aclaró la mente del perpetrador: ""cambio mi vida por la tuya, triunfador invicto de la Revolución"".

Obregón semimuerto, extrañamente fue llevado de regreso a su casa de la avenida Jalisco, donde murió desangrando. Una autopsia apócrifa acusa el fallecimiento del caudillo, distintamente de la que la historia nos hace creer. Toral disparó en cinco ocasiones. Sin embargo, el cuerpo del sonorense, velado en el Palacio Nacional, presentaba trece orificios, siete de entrada y seis de salida. Estudios e interpretaciones han comprobado la conspiración contra el ""que mandara en México"".

Obregón murió y la revolución se convirtió en obra. El gobierno se institucionalizó sin que el proyecto de nación fuera un proyecto. Años antes, en 1920, cuando el intelectual español Vicente Blasco Ibáñez visitó el país para entrevistar a Obregón, le cuestionó acerca del final de sus días. El general respondió dónde y cómo moriría: ""¿dónde? En mi Patria ¿cómo? Me es indiferente…""