Al toro por los cuernos

La época de la anarquía - Vida Cotidiana

Ninguna persona en su sano juicio, hubiera podido decir cuáles eran las verdaderas bestias: si el toro y el tigre o los diez mil espectadores que excitados por el morbo abarrotaron el coso de San Pablo para presenciar la salvaje lucha entre un astado mexicano y un felino africano.

Eran los años inmediatos a la consumación de la independencia y el pueblo quiso ver en aquel combate desigual la lucha entre insurgentes y realistas de años atrás. Las opiniones estaban divididas, pero la mayoría estaba con el toro y sobre el orgulloso animal recaía una grave responsabilidad: la honra nacional.

Para hacer más intensa la batalla, el tigre fue obligado al ayuno y lo colocaron en una enorme jaula donde debía verificarse el fatídico duelo. El toro fue recibido en medio de ovación escandalosa y el tigre, dando un tremendo rugido, saltó sobre el lomo del astado haciéndolo sangrar a mares. La multitud enardecida gritaba exigiendo al moribundo animal que sacara a relucir su casta.

""El toro -escribió Guillermo Prieto- parece que comprendió y con un esfuerzo inexplicable, súbito y acaso pudiera decirse sublime, desencajó al tigre de su lomo, lo derribó y hundió una y diez mil veces sus aceradas astas en el vientre del tigre, regando sus entrañas por el suelo"".

Ambos animales quedaron tendidos en la arena y el público consagró al toro como el triunfador. Había motivos para festejar: ""la honra"" de los mexicanos -si todavía quedaba alguna- estaba salvada.