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Sobre las visitas de los presidentes norteamericanos a México existen muchos registros historiográficos e iconográficos que dan cuenta de ellas. Desde aquella primera en 1909 cuando el presidente William H. Taft se reunió con el general Porfirio Díaz en Ciudad Juárez, Chihuahua, hasta las actuales que se han realizado por parte del presidente Barack Obama.
Igualmente, amén de los distintos temas de Estado, económicos y políticos, los encuentros entre mandatarios de ambos países, se encuentran plagados de anécdotas para el recordatorio popular.
Entre el 29 de junio y el 1 de julio de 1962, el presidente mexicano Adolfo López Mateos, recibió a su homólogo norteamericano John F. Kennedy y a su esposa Jacqueline Bouvier.
Durante el encuentro se trataron, entre otros temas, la firma de un convenio temporal para reducir la salinidad del río Colorado, cuyas aguas eran utilizadas por agricultores de Mexicali y un préstamo de 20 millones de dólares para el sector agrícola mexicano.
Desde su llegada a México el pueblo se rindió al carisma y simpatía de los Kennedy. Los recorridos por las principales calles de la ciudad en carro descapotado se volvieron parte de una verbena popular. Vallas interminables de gente y papeles de colores coloreaban el ambiente.
Y no se diga de la elegancia de la primera dama norteamericana. Sus atuendos, confeccionados para la ocasión hacían resaltar su belleza. Coordinados sastre, azules y rosas pastel, sombreros y guantes largos para el día y vestidos largos para las galas que les ofreció el gobierno mexicano.
Pero su sencillez era la que resaltaba, así lo demostró al asistir a una misa en la Basílica de Guadalupe rodeada de mexicanos. O cuando leyó un discurso en español para un grupo de trabajadores durante la inauguración de una unidad Habitacional.
Pero recobremos el anecdotario. Se cuenta que durante un banquete en Palacio Nacional sucedieron dos momentos fuera del protocolo.
""Fastidiado, tal vez, ante la insistencia del anfitrión de que de una vez por todas, Estados Unidos aceptara la devolución de El Chamizal, el presidente Kennedy, a la vista de los 20 volúmenes del proceso apilados en una larga mesa en el Salón de Recepciones, le pidió al traductor acercar el oído:
-Dígale que cuánto vale, en millones, el pedazo de tierra.
La respuesta del presidente Adolfo López Mateos fue instantánea:
-Dígale que no soy agente de bienes raíces"".
En otro momento, el presidente Kennedy chuleó el reloj de su homólogo mexicano. ""Qué bonito reloj señor presidente"". Inmediatamente, López Mateos se despojó de la prenda y se la obsequió al estadounidense. Pero la anécdota continuó.
Durante la inauguración de la Unidad Habitacional Kennedy, construida para obreros de las Artes Gráficas, (aquella en que Jackie leyó en español), el presidente López Mateos, chuleó a la primera dama norteamericana. ""Qué bonita es su esposa señor presidente"". Rápidamente Kennedy se quitó el reloj que le había obsequiado y en un español mochado, le dijo: ""ahí está su pinche reloj"".
Cierto o no, aquella visita cambió en mucho la percepción de los mexicanos acerca del pueblo norteamericano, así como sucedió en muchas partes del mundo, en parte y gracias a los Kennedy.