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Una confesión entre ""adultos contemporáneos"": en nuestra infancia, todos lloramos con algún capítulo de Heidi, la serie de anime (como se les llama a los dibujos animados japoneses) más famosa de la años setenta, basada en la historia de la escritora suiza Johanna Spyri y cuya trama se desarrolla en los Alpes suizos.
Es posible que el interés de los japoneses por esta historia sea por la cantidad de elementos dramáticos: niños sin padres, abuelos solitarios, discapacidad y exclusión social, escenarios naturales, amistad, solidaridad, etcétera.
Tuvo tanto éxito a nivel global que, sin duda, es la serie con la que Japón ingresó de lleno al mundo de la televisión de dibujos animados con su estilo bien definido: personajes de rasgos occidentales, con grandes y redondos ojos brillantes, de personalidad y mentalidad básicamente acorde con los cánones de Occidente.
En posteriores series habría un agregado: la recuperación de los valores samurái y el conocimiento de las artes marciales.
Heidi es una niña huérfana bajo la protección de su tía que, por razones de trabajo, debe llevarla a vivir con su abuelo, un ermitaño refugiado en una cabaña en los Alpes.
El lector de más de 40 años de edad recordará la figura frágil y de cara regordeta y chapeada de la pequeña Heidi, vulnerando con su inocencia y alegría infantil, la capa defensiva del abuelo alto, barbón y adusto.
Y recordará también (secretamente y con nostalgia) a los personajes que acompañan a la protagonista en sus aventuras campiranas: el niño Pedro, Clara la niña inválida, la cabra Copo de Nieve, y el orondo perro Niebla, un San Bernardo come-caracoles-del-campo.
Niebla es el testigo silencioso, la mascota del abuelo que aparece siempre en los momentos oportunos para rescatar a los protagonistas de una situación peligrosa, o bien para destensar con su sola presencia un momento dramático.
Su peculiaridad es el gusto por los caracoles, curioso alimento para un perro de sus dimensiones, pero a los que consume cual botana.
A pesar de su tamaño, Heidi no teme a Niebla: su innato respeto y admiración por la naturaleza, le permiten crear un vínculo con el animal y con todo el que aparece en su vida.
Es una de las primeras series en tratar el tema de la ecología, el respeto por los ecosistemas y el amor a la naturaleza. El perro es el vínculo entre el ser humano y el hábitat.
Pero, sin duda, el dramatismo permanente de la serie es el éxito de la misma: la niña huérfana que se enfrenta a la vida con su inocencia y de la mano de sus amigos. Un derroche de valores bien explotados para el deleite lacrimógeno de quienes fuimos niños, hace ya algunos años.