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A lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI, México ha dispuesto de maneras y formas muy peculiares para resolver sus procesos electorales: a través de una revolución armada (1910), magnicidios (Carranza, Obregón, Colosio) y la institucionalización de una ""dictadura perfecta"" (1929-2000). Hablar a detalle de cada uno de ellos sería una tarea interminable.
Por ello, sólo quiero referirme a una de ellas, quizá por su importancia, una de las más significativas del siglo XX, ya que a partir de ella, se dio inicio a la institucionalización de nuevo Estado mexicano. Me refiero a las elecciones presidenciales de 1929.
Más allá del proceso electoral, como tal, existen factores a destacar en este proceso. Primero, el Estado, representado por el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, se presentaba en la contienda, con ""visos de modernidad"", estrenando el recién creado partido oficial, el PNR. Segundo, el contrincante: un peso pesado de la imberbe democracia mexicana, José Vasconcelos.
Al inicio de la campaña, las ideas vasconcelistas comenzaron a penetrar en la sociedad, principalmente entre las clases medias, razón por la cual, el Estado tuvo que echar mano de la antigua maquinaria, a través de sus operadores políticos, para igualar las condiciones. En sus intenciones por cobrar adeptos, Vasconcelos se acercó a los jóvenes universitarios que en esos momentos iniciaban una huelga. El gobierno mexicano, decretó la autonomía universitaria, logrando el reconocimiento de muchos sectores académicos, que en principio se había inclinado por el ""maestro de América"".
Posteriormente, don Pepe, coqueteó con las últimas reminiscencias de los líderes cristeros, que aún se encontraban alzados en armas. El gobierno entonces, apresuró los arreglos con la iglesia católica, y un vendaval religioso comenzó a apoyar al partido de Estado.
El probado operador político, Gonzalo N. Santos, fue uno de los encargados de organizar el proceso electoral penerrista. Hizo gala de toda su experiencia, cooptando al Legislativo, a los gobernadores, a los presidentes municipales, reuniendo contingentes sindicales y por supuesto contando con los recursos ilimitados del gobierno (políticos y económicos), todo en favor de la ""democracia"" del nuevo partido.
Las elecciones se celebraron el 17 de noviembre de 1929. Y pese al mito que ha existido, el PNR triunfó en las urnas sobre el antirreeleccionismo vasconcelista. De este modo dio inicio el sistema político mexicano con todos los vicios antidemocráticos que perduraron por más de 70 años. El nuevo intento por consolidar la democracia, tal como sucedió en 1910, resultó un fracaso corregido y aumentado.